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martes, junio 06, 2006

Los dias son hoteles

Estacionado en Buenos Aires, después de dos semanas de caminar en este mismo lugar ya no soy turista. No tanto como los gringos que me rodean gritando por PARTY MUY LOCO y bebiendo todo en cinco minutos para perder el acento. No buddy, your hair speaks for you.

No soy argentino obviamente, y pese a que me han adivinado mexicano, español y en última instancia chileno, tampoco soy alguno de ellos. La cámara no me cuelga del cuello, la llevo colgando en la cintura, en su estuche antigolpes, antilluvia y antiojos ajenos.
Hay días con azules que para ellos parecen de todos los días en el cielo que son parecidos a los que hay en Santiago cuando llovió ayer, con nubes que pasan a ras de suelo hechas por los mil asados que hacen todos los días. Llenas de carne asada todas las caminatas, como esos vasos que les pasan a los corredores en las maratones. Las sonrisas cómplices de tu hambre al borde de la acera los kioskos con bondiola, vacío, choripanes y morcipanes.

Los días son hostales con cocinas compartidas y baños ocupados. Nos veíamos ridículos de pañolín a los catorce, pero es lo mismo que estoy viviendo hoy. Me veré ridículo?, así sin casa, sin propiedad, mi cama la hace una mucama que llega siempre dos horas antes de cuando me gustaría saber que está ahí. Quizás me debiese sentir afortunado pero en realidad esa parte la estoy odiando. La del despertar. Siento que estoy soñando mil cosas que quisiera retener, o contárselas a alguien, a mi mismo incluso.
Este es el chiste: un naufragio, un hombre llega casi muerto a la orilla junto a cajas, maletas y una mujer. Pasan los días comiendo y vistiéndose con los restos del infortunado viaje. La isla sola y la soledad en ellos los junta y tienen el sexo más animal que alguna vez practicaron. Acaban. Él casi no lo puede creer y en eso le pregunta a ella si se puede vestir con la ropa del capitán. Ella no entiende muy bien pero lo hace. Mientras, él enciende una fogata y abre la última botella de vino que rescataron. Ya vestida se acerca al fuego. Él toma un trozo de carbón y le pinta un bigote en la cara, se aleja la mira, sonríe y sin poder ocultar su emoción se acerca a su oreja y le dice: "weón no te imaginai la mina que me culié anoche!!!".